martes, 20 de enero de 2009

que noche la de anoche‏



Tumbado aquí, sobre mi cama, con el pensamiento fijo en tí. Con un enorme deseo de agarrarte y apretarte fuertemente entre mis manos, todavía excitado con el recuerdo de la noche anterior.
En esta noche cálida y sofocante, tengo incontenibles ganas de agarrarte y de decirte todo lo que siento. Tu recuerdo me tiene angustiado. Apareciste... y desapareciste. Todo sucedió en esa noche y en esta cama.
Con fricción, te acercaste a mí. Sin mostrar pudor alguno, te pegaste a mi desnudo cuerpo.
Percibiendo mi indiferencia, te acercaste más y más...
Mordías todo mi cuerpo...
Sin recatos...
Sin escrúpulos...
Me volviste loco.
No sabía qué hacer.
Por fin... me dormí.
Hoy, cuando desperté, te busqué desesperadamente. Pero fue En vano.
No te encontré.
Ya no estabas.
¡Te habías ido¡.
En toda la sábana, había muestras de lo sucedido la noche anterior.
En mi cuerpo dejaste huellas inolvidables.
Marcas profundas que tardarán mucho tiempo en sanar y que estarán mucho tiempo presentes en mí. Esta noche me acostaré temprano y te esperaré.
Cuando llegues... no quiero imaginar lo que va a suceder...
Me abalanzaré sobre de ti con la fuerza de un león y rapidez de una cobra. Y ya no te irás.
Ya no podrás escapar de mí. Te apretujaré hasta sentir la sangre de tu cuerpo.
Sólo así podré descansar: